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Cocer cerámica al aire libre

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En primer lugar, hay que tener en cuenta que las vasijas deben estar totalmente secas. Una vez que estén preparadas las colocamos boca abajo sobre cuatro trozos de ladrillo entre los que hemos puesto previamente unas cuantas ascuas. Con cuidado ponemos unos trozos de madera podrida bajo la vasija y comenzamos a calentarla gradualmente. Caso de que corra viento, debemos crear una pared protectora con trozos de madera y esparcir sobre la base de la vasija un poco de hierba fresca. Cuando la hierba comience a echar humo, a tomar un color marrón y a consumirse nos indicará que la vasija se está ya calentando. También los troncos de alrededor comenzarán a echar humo y consumirse.

Cuando haya transcurrido una hora aproximadamente, añadiremos algunos troncos de madera de pino seca que crearán llamas alrededor de la vasija. Si las llamas son muy grandes, debemos aminorarlas echando hierbas para controlar el fuego. Esa operación producirá bastante humo.

Hay que estar pendiente para continuar añadiendo más madera seca poco a poco hasta que aparezcan de nuevo las llamas, que deben subir y avivarse. Pasado un tiempo, comenzaremos a ver parte de las vasijas brillando al rojo en el centro del fuego, lo que nos indicará que debemos echar de nuevo hierbas y cualquier combustible lento que podamos encontrar sobre la vasija. Con ello evitaremos un enfriamiento demasiado rápido que podría partir la pieza.

El proceso completo de cocción, desde el principio al final, suele tardar unas tres horas. Transcurrido ese tiempo veremos que la vasija está completamente cocida, habiendo alcanzado una temperatura aproximada de 800ºC.

Las cocciones hechas con esta técnica tan rudimentaria, propia del mundo prehistórico, suelen dar las piezas unos colores únicos y magníficos, con zonas brillantes de un tono rojizo anaranjado que contrastaban con otras zonas negras y grises.

Para este tipo de cocciones se utiliza arcilla de loza roja, de textura fina y muy plástica, a la que deberemos añadir una buena cantidad de arena y de arcilla cocida muy triturada. Estos desengrasantes se pueden comprar ya triturados y preparados a distintos tamaños, desde polvo a partículas bastante bastas. También podemos prepararlos nosotros triturando ladrillos, piezas de cerámica rotas, etc. Lo importante es conseguir una textura muy abierta, aunque con la suficiente plasticidad como para poder ser moldeada. Antes de mezclarlos, debemos humedecer un poco la arena y el desengrasante, con el fin de no secar la arcilla demasiado. No se puede indicar con exactitud las proporciones de la mezcla, ya que debido a su plasticidad básica ésta puede cambiar. En general, debemos añadir toda la arena y desengrasante que se pueda, pero sin que la arcilla quede demasiado poco consistente para que responda bien al utilizarla.

Para hacer la vasija utilizaremos el método tradicional de los rollos o adujas, que consiste en hacer con la arcilla una especie de salchichas que haremos rodar sobre una superficie amplia, plana y semiabsorbente hasta que consigamos que se queden muy largas y finas. Los movimientos giratorios cortos suelen producir secciones ovales. Es de suponer que los hombres primitivos no contaban con una superficie de trabajo como la que tenemos hoy en día, por lo que debían conseguir estos rollos girando los pedazos de arcilla entre sus manos cogiéndolos verticalmente.

Más tarde, una vez que tengamos todo preparado, colocaremos los rollos unos sobre otros e iremos presionando con cuidado pero firmemente cada uno sobre el de abajo, conteniendo la presión con la otra mano sobre la parte exterior. La arcilla debe estar suficientemente húmeda como para que los rollos se unan completamente. Si las uniones no se hacen correctamente o quedan débiles, se romperán durante la cochura.

La vasija se construye boca abajo, colocando en primer lugar un rollo que servirá de borde de la boca. De esta forma evitamos problemas al final. Tengamos en cuenta que si se comienza a construir por la curva de la base, el paseo cada vez mayor de la arcilla colocada encima haría que al final se derrumbara toda la construcción. De la misma forma, deberemos evitar hacer curvas pronunciadas o exageradas. Caso de que no tengamos más remedio que hacerlas, debemos tener paciencia y esperar a que la parte baja se endurezca para que pueda soportar las tensiones que inciden sobre ella.

Las capas de arcilla irán elaborando la vasija de forma similar al punto de lana. Si notamos que la pieza comienza a oscilar y a balancearse bajo las manos, debemos tener cuidado y aprender a mantenerla en equilibrio, o bien dejar de trabaja y esperar un poco. Puede darse el caso de que la pieza necesite ser golpeada desde el interior o desde el exterior para que vaya adquiriendo su forma final. Para ello, podemos utilizar los mangos de una cuchara de madera o de un cepillo para el pelo, con los que podremos fortalecer la forma compactando la superficie. Un afecto decorativo que se suele utilizar es dejar que se noten las vueltas en la parte exterior de la pieza; sin embargo, no es recomendable hacerlo hasta no tener dominio y seguridad de ejecución. Por ello, en las primeras piezas es recomendable alisar la superficie por los dos lados presionándolos.

Una vez terminada la construcción de la vasija podemos decorarla con una banda, rayando la arcilla blanda y lisa con un tenedor. Esta banda decorativa debe ser golpeada un poco, con el fin de evitar que la superficie quede irregular y desagradable al tacto. También, una vez que la vasija está suficientemente dura como para mantenerse boca arriba,  se deberá frotar el borde de la boca repetidamente con una gamuza de cuero húmeda para que quede alisada e igualada.

1 Comentario

  1. Claudis

    Bn tarde: elaborr u. Vasija en arcilla como hsgo xra que seque rapido grsciad

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