Cerámica de Arezzo, identificada por el sello del alfar “sigillum” donde fue fabricada
Durante el primer siglo de nuestra era, Roma alcanzó la categoría de Gran Imperio. Convirtió el Mar Mediterráneo en una especie de lago particular -Mare Internum- y logró difundir su cultura por todas las tierras de occidente, desde Mesopotamia a Gibraltar y desde Escocia al norte de Africa.
La Cerámica es posiblemente, el testimonio más esclarecedor de la universalización de la cultura romana. Produjeron piezas de gran finura y excelente acabado, conocidas como “terra sigillata”. Estas piezas se caracterizan por su hermoso color rojo brillante en superficie y por su decoración ejecutada mediante molde o estampilla, que recuerda, por su temática a las decoraciones de la cerámica griega. Los recipientes de “terra sigillata”, se cree que eran construidos con torno y con adiciones posteriores para crear relieves en las piezas. Lo más carácterístico de esta cerámica era la finura de sus bordes, que alcanzaban grosores mínimos en las paredes de las piezas, muy difíciles de conseguir sin que la pieza se desmoronase. Una vez torneada la vasija, se dejaba a la dureza del cuero y entonces se le añadían los relieves, asas, pomos, etc., después de lo cual, se bañaban en barbotina coloreada, de ahí su intenso color rojo. Se piensa que la finura de estas piezas y la decoración que llevaban tenía que ver con un intento de copiar las vasijas metálicas muy de moda durante este tiempo.
Vaso de cerámica de Samos. Siglo I d. de C.
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